«Durante la procesión la Capilla Sixtina y el coro del Pontificio Seminario Mayor Romano (para apoyar el canto gregoriano) interpretó: Credo (gregoriano), Magnificat (gregoriano), Salve Regina (1ª estrofa de Perosi), Ubi caritas (gregoriano), Ave maris stella (2ª estrofa de Perosi), Salve Regina (gregoriano), Veni Sancte Spiritus (gregoriano), Salve Regina (gregoriano), Adoro te devote (gregoriano), Pange lingua (gregoriano), Benedictus dominus (gregoriano). Cuando el Sumo Pontífice entró en la Basílica el coro cantó la antífona Tu es Petrus a 6 voces de Palestrina. Al acercarse al altar se entonó el himno Veni Creator a 6 voces de Bartolucci alternado con el gregoriano. Durante la Misa la Capilla Sixtina cantó la Missam Papae Marcelli de Palestrina».
«Cuando el Sumo Pontífice se dirigía al altar la Capilla Sixtina entonó el Tu es Petrus a 7 voces de Bartolucci y, en modo gregoriano, alternando con todos los presentes, el himno Ave Maris Stella. [...] Después de la antífona de ofertorio en gregoriano la Capilla Sixtina entonó en modo polifónico Tota pulchra es. [...] Cuando el Sumo Pontífice sumió la preciosísima sangre de Cristo todos los presentes entonaron la antífona de comunión en modo gregoriano: Ubi caritas et amor. [...] Antes de la bendición del Sumo Pontífice todos respondían a las aclamaciones cantando Christus vincit, Christus regnat...».
116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.
Además, destaca que uno de los elementos de universalidad de la liturgia de la Iglesia es el latín, por ello insiste tanto en conservarlo en algunas partes concretas de la Misa aunque esta se celebre en lengua vernácula:
54. Los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del Ordinario de la Misa [Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei] que les corresponde.
Por último, el Concilio vio necesario actualizar el repertorio gregoriano y adaptarlo a la nueva reforma litúrgica:
117. Complétese la edición típica de los libros de canto gregoriano; más aún: prepárese una edición más crítica de los libros ya editados después de la reforma de San Pío X. También conviene que se prepare una edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias menores.
52. Para conservar el tesoro de la música sagrada y promover debidamente nuevas creaciones, dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, y en los noviciados de religiosos de ambos sexos, así como también en los demás institutos y escuelas católicas pero, sobre todo, en los institutos superiores especialmente destinados a esto. Debe promoverse, ante todo, el estudio y la práctica del canto gregoriano, ya que, por sus cualidades propias, sigue siendo una base de gran valor para la cultura en música sagrada.
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, a la exhortación de que las lenguas vernáculas tengan un lugar apropiado en las celebraciones litúrgicas, añadió la siguiente advertencia: «Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponden» (Sacrosanctum Concilium, 54).El Sumo Pontífice Pablo VI, movido por este espíritu, ha expresado en diversas ocasiones durante estos últimos años (el 22 de agosto de 1973 en la audiencia general; el 12 de octubre de 1973 en un discurso a la Asociación Internacional de Música Sacra; cf. también la Carta del cardenal Jean Villot, Secretario de Estado, a la XXIV Semana Litúrgica Italiana que tuvo lugar en Piacenza los días 27 al 31 de agosto de 1973) su deseo de que el Canto Gregoriano acompañe con su dulce melodía las celebraciones eucarísticas del pueblo de Dios, y de que las voces de los fieles resuenen tanto con Cantos Gregorianos como en las lenguas vernáculas.
La presente obra, que ha sido enviada como regalo a todos los obispos, responde a los deseos del Sumo Pontífice. En ella se recogen algunas melodías de las más sencillas, que deberán ser cantadas por los fieles especialmente con ocasión del Año Santo. De esta forma, el Canto Gregoriano seguirá siendo el vínculo que haga de tantas naciones un único pueblo reunido en nombre de Cristo con un corazón, un espíritu y una voz. Pues el movimiento hacia la unidad, simbolizado en la concordia de las voces en diferentes lenguas, ritmos y melodías, manifiesta admirablemente la variada armonía de la única Iglesia. En palabras de San Ambrosio: “Es un gran vínculo de la unidad el que la comunidad de todo el pueblo se armonice en un único coro. Las cuerdas de la cítara son diversas, pero la sinfonía es única. Si el artista se equivoca con frecuencia entre tan pocas cuerdas, el Espíritu artista no se equivoca jamás en el pueblo” (San Ambrosio, Explanationes in psalmos, in ps. 1, 9: PL 14, 925). Que Dios haga que este común deseo se lleve a buen efecto y que el corazón de la Iglesia orante se armonice alegre y profundamente con estos suaves y piadosos cantos en todo el universo.
Domingo de Pascua de Resurrección, 14 de abril de 1974.
7. Entre las expresiones musicales que responden mejor a las cualidades requeridas por la noción de música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar particular el canto gregoriano. El concilio Vaticano II lo reconoce como «canto propio de la liturgia romana» al que es preciso reservar, en igualdad de condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas en lengua latina. San Pío X explicó que la Iglesia lo «heredó de los antiguos Padres», lo «ha conservado celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos» y lo «sigue proponiendo a los fieles» como suyo, considerándolo «como modelo acabado de música sagrada. Por tanto, el canto gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana.
A la luz de todas estas cuestiones... ¿todavía puede haber alguien que afirme que «el Concilio Vaticano II suprimió el canto gregoriano»?
El "Espíritu del Concilio" sí... y lo siguieron de cabeza por la autopista. A la vista está. Las canciones como el del rito de la paz son antilitúrgicas... y ahí estamos, y hasta aquí hemos llegado guitarra en mano. No negar nunca la realidad paupérrima que vivimos hoy. Abrazos fraternos.
ResponderEliminarPadre Valado, muchas gracias por su aportación. Soy estudiante de órgano en el conservatorio profesional de Salamanca, y, aunque yo estoy convencido de todo lo que usted escribe en el blog, cada vez hay menos gente como yo. La mayoría se decanta por una liturgia más "llevadera", con cantos adaptados, acompañados de guitarras y panderetas. No estoy en contra de esto. A lo que me opongo es a que se adopte como la forma principal de acompañar todas las celebraciones, apartando el latín y el órgano por "antiguos". Me gustaría que expresara de nuevo su opinión sobre esto. Muchas gracias de nuevo.
ResponderEliminarYa me he manifestado en numerosas ocasiones sobre esta cuestión en mi blog, en artículos o en entrevistas. Está claro que el Magisterio de la Iglesia va por un lado y la praxis habitual por otra. No es necesario señalar responsables porque es obvio, pero es importante seguir con esta tarea de divulgar lo que la Iglesia pide, no lo que algunos "interpretan" que pide. Pero ante todo... santa paz!
EliminarSi esto sigue así, los modernistas, van ha incorporar a la Santa Misa
ResponderEliminarLos cantos de los estadios de foobol. La jerarquía de la iglesia, pareciera que ha dicho,"hagan lo que quieran" Señor, líbranos del modernismo!!