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Celebremos la Misa Crismal

Uno de los acontecimientos que nos introduce poco a poco en el umbral del Triduo Pascual es la misa crismal que el obispo preside acompañado de su clero y del pueblo de Dios. Inicialmente era una celebración prevista para el Jueves Santo por la mañana, poniendo fin al tiempo litúrgico de la Cuaresma, sin embargo, es costumbre anticiparla al martes o miércoles santo en función de las necesidades pastorales. Esta celebración tiene dos importantes peculiaridades en su liturgia:

La primera y más importante es que el obispo, consagra el "Santo Crisma" (de ahí el nombre de "Misa Crismal") y bendice el óleo de los catecúmenos y de los enfermos que después cada párroco llevará a sus comunidades para poder celebrar los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Unción de enfermos.

La segunda (un elemento menos importante y más moderno) es la renovación de las promesas sacerdotales; por ello el cambio de día, para facilitar la participación del mayor número de sacerdotes posibles.


En esta celebración, el Graduale Romanum indica que se debe cantar el O redemptor, un antiguo himno gregoriano con forma antifonal.



O Redemptor sume carmen temet concinentium.

Arbor foeta alma luce 
hoc sacrandum protulit, 
fert hoc prona praesens turba 
Salvatori saeculi.

Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis pátriae,
Hoc olívum, sígnum vívum,
Iúra cóntra daémonum.

Ut novétur séxus ómnis
Unctióne Chrísmatis:
Ut sanétur sauciáta dignitátis glória.

Lóta ménte sácro fónte
Aufugántur crímina,
Úncta frónte sacrosáncta
Ínfluunt charís mata.

Corde nátus ex Paréntis
Alvum ímplens Vírginis,
Praésta lúcem, cláude mórtem
Chrísmatis consórtibus.

Sit haec díes fésta nóbis,
Saeculórum saéculis
Sit sacráta dígna láude,
Nec senéscat témpore.



© Fotografías: Miguel Castaño

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