En nuestra tradición cristiana hemos heredado muchas cosas de nuestros hermanos mayores los judíos, tal y como hemos visto en el post anterior sobre el tiempo de Pascua. Una de esas herencias es mantener en nuestras celebraciones litúrgicas tres palabras en hebreo: amén, hosanna y aleluya. Hoy me detendré en esta última.
La palabra ALELUYA es una aclamación litúrgica que nos une con los judíos ya que aparece en el Antiguo Testamento: en 21 ocasiones en el libro de los Salmos y 1 en Tobías 13,18; también con Jesús, ya que la palabra "aleluya" la encontramos en el Nuevo Testamento, en el libro del Apocalipsis hasta en 4 ocasiones en el contexto de la descripción que san Juan hace de su visión sobre la liturgia celeste (cf. Ap 19,1-6). Por último, esta palabra también nos une a siglos y siglos de fe cristiana en Oriente y Occidente.
Para profundizar en el verdadero sentido de la palabra "aleluya" debemos partir del original hebreo: הללויה. La primera premisa es que el hebreo se lee derecha a izquierda, por ello, lo primero que vemos al inicio es: Hallel, que significa alabar o alabanza.
El Hallel es un grupo determinado de seis salmos (del 113 al 118) que se cantan en la cena ritual de la Pascua Judía, el Pésaj. Este conjunto de salmos reciben este nombre (Hallel) porque todos ellos son una constante alabanza a Dios por todo lo que ha hecho desde la creación. El mismo Jesús cantó estos salmos en su última cena, tal y como lo indican los evangelios de Mateo y Marcos: "Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos" (Mt, 26,30; Mc 14,26). Este "himno" es el Hallel.
Para profundizar en el verdadero sentido de la palabra "aleluya" debemos partir del original hebreo: הללויה. La primera premisa es que el hebreo se lee derecha a izquierda, por ello, lo primero que vemos al inicio es: Hallel, que significa alabar o alabanza.
El Hallel es un grupo determinado de seis salmos (del 113 al 118) que se cantan en la cena ritual de la Pascua Judía, el Pésaj. Este conjunto de salmos reciben este nombre (Hallel) porque todos ellos son una constante alabanza a Dios por todo lo que ha hecho desde la creación. El mismo Jesús cantó estos salmos en su última cena, tal y como lo indican los evangelios de Mateo y Marcos: "Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos" (Mt, 26,30; Mc 14,26). Este "himno" es el Hallel.
El siguiente elemento sería la “U”, que es un imperativo plural de segunda persona, y así ya tendrías: HALLELÚ: alabad; y, finalmente, YAH, que es la abreviatura de YAHVÉ. En definitiva, ALELUYA significa: “alabad a Dios”.
Aunque como acabamos de comprobar el origen apunta a la "alabanza a Dios", esta palabra se ha llegado a identificar también con la alegría, gozo... júbilo; y ya San Agustín decía que cantar con «jubilo» es expresar lo que uno lleva en el corazón y no se puede expresar solo con palabras:
“Cantadle un cántico nuevo, cantadle con maestría" (Sal 32,3). Cantar a Dios con maestría consiste en esto: cantar con júbilo. ¿Qué significa cantar con júbilo? Comprender y no saber explicar con palabras lo que canta el corazón. Aquellos que cantan durante la cosecha, o la vendimia, o durante cualquier trabajo intenso, primero advierten el placer provocado por las palabras del canto, pero enseguida, cuando la emoción crece, sienten que no puede expresarla más en palabras y entonces se entregan a la sola modulación de notas. Este canto lo llamamos con «júbilo». El júbilo es cierto cántico o sonido con el cual se significa que el corazón ha dado a luz lo que no puede expresar o decir”. (San Agustín. In Ps. 32, Enar II, Sermo I, 8)
Ese arrobamiento que Agustín denomina «jubilus» pasó a identificarse en el canto gregoriano con los largos melismas que se extienden sobre una sola sílaba, principalmente en el «Aleluya», sobre la sílaba «YA» –curiosamente la abreviatura hebrea del nombre Dios– . Este «júbilo» o «jubilus» significa el canto gratuito, el gozo de cantar a Dios que no se agota en las palabras y en su comprensión, sino que se extiende en el gozo del cantar a su Señor, expresándose en un lenguaje casi trascendental, donde sombran incluso las palabras.
En la Misa el «Aleluya» tiene un lugar privilegiado como aclamación en el momento culmen de la liturgia de la Palabra, justo antes de proclamar el Evangelio. El propio Misal dice que esta aclamación constituye de por sí un rito o un acto (OGMR, n. 37) con el que los fieles acogen y saludan al Señor que va a hablarles. Se podría describir así: todos en pie, se entona el Aleluya, se pone el incienso, el diácono pide la bendición y después, tomando el Evangeliario del altar, va en procesión, con cirios e incienso, hasta el ambón… la mesa de la Palabra, hacia donde todos nosotros dirigimos nuestra mirada porque es el mismo Cristo el que nos va a hablar.
Dicho esto, quizás sea importante recordar algunas cuestiones más prácticas:
1. El Aleluya tiene un profundo significado, el cual se subraya durante el tiempo de Pascua ya desde el inicio: con la entonación solemne en la Vigilia Pascual del Aleluya, justo después de la Epístola; la posibilidad de sustituir la antífona del salmo responsorial por un Aleluya; la despedida del pueblo con el doble Aleluya durante la octava de Pasuca y el día de Pentecostés. Había que incluir un largo etcétera sobre el uso del Aleluya en la Liturgia de las Horas durante el tiempo Pascual.
2. El canto del Aleluya, por su carácter gozoso, consiste precisamente en esto… en cantar repetidamente y con alegría la palabra Aleluya, sin añadir nada más. Así aparece cada día del año (excepto en Cuaresma) en las indicaciones del propio Leccionario: R/. Aleluya, Aleluya, Aleluya.
3. A la aclamación «Aleluya» le sigue el versículo propio del día, el cual, como el Aleluya, si no se canta, es preferible omitirlo (cf. OGMR, n. 63c; OLM, n. 23). Aunque literalmente el texto dice: El Aleluya o el versículo antes del Evangelio, si no se canta, puede omitirse, es obvio que tanto el Aleluya como el versículo deben ser cantados por su propio carácter festivo y porque las 17 veces que se menciona la OGMR (nn. 37, 43, 61, 62, 63, 64, 131, 132, 175, 212, 261) siempre va acompañado por la expresión: se canta..., se entona..., el canto del Aleluya..., ...u otro canto, etc. En definitiva, este momento "constituye de por sí un rito o un acto" (OGMR, n. 37) en el que el salmista o el cantor –después de cantar el Aleluya junto con el coro y la asamblea– ahora entona el versículo a modo de anuncio de lo que los fieles escucharán por boca del diácono o del sacerdote en la proclamación del Evangelio. De ahí que la rúbrica de la OGMR, n. 63c diga finalmente: si no se canta, puede omitirse, porque lo suyo es que se cante y si no se canta es preferible no leerlo porque se desvirtúa el profundo sentido de gozo que tiene esta aclamación, tal y como acabamos de explicar. A eso se le suma que leer el versículo no aportaría nada (al no ser cantado) porque el diácono o el sacerdote, unos segundos después, lo proclamará en el evangelio, ya que normalmente el versículo del Aleluya es eso, un "versículo" del Evangelio que sigue a continuación.
“Cantadle un cántico nuevo, cantadle con maestría" (Sal 32,3). Cantar a Dios con maestría consiste en esto: cantar con júbilo. ¿Qué significa cantar con júbilo? Comprender y no saber explicar con palabras lo que canta el corazón. Aquellos que cantan durante la cosecha, o la vendimia, o durante cualquier trabajo intenso, primero advierten el placer provocado por las palabras del canto, pero enseguida, cuando la emoción crece, sienten que no puede expresarla más en palabras y entonces se entregan a la sola modulación de notas. Este canto lo llamamos con «júbilo». El júbilo es cierto cántico o sonido con el cual se significa que el corazón ha dado a luz lo que no puede expresar o decir”. (San Agustín. In Ps. 32, Enar II, Sermo I, 8)
Ese arrobamiento que Agustín denomina «jubilus» pasó a identificarse en el canto gregoriano con los largos melismas que se extienden sobre una sola sílaba, principalmente en el «Aleluya», sobre la sílaba «YA» –curiosamente la abreviatura hebrea del nombre Dios– . Este «júbilo» o «jubilus» significa el canto gratuito, el gozo de cantar a Dios que no se agota en las palabras y en su comprensión, sino que se extiende en el gozo del cantar a su Señor, expresándose en un lenguaje casi trascendental, donde sombran incluso las palabras.
Dicho esto, quizás sea importante recordar algunas cuestiones más prácticas:
1. El Aleluya tiene un profundo significado, el cual se subraya durante el tiempo de Pascua ya desde el inicio: con la entonación solemne en la Vigilia Pascual del Aleluya, justo después de la Epístola; la posibilidad de sustituir la antífona del salmo responsorial por un Aleluya; la despedida del pueblo con el doble Aleluya durante la octava de Pasuca y el día de Pentecostés. Había que incluir un largo etcétera sobre el uso del Aleluya en la Liturgia de las Horas durante el tiempo Pascual.
2. El canto del Aleluya, por su carácter gozoso, consiste precisamente en esto… en cantar repetidamente y con alegría la palabra Aleluya, sin añadir nada más. Así aparece cada día del año (excepto en Cuaresma) en las indicaciones del propio Leccionario: R/. Aleluya, Aleluya, Aleluya.
3. A la aclamación «Aleluya» le sigue el versículo propio del día, el cual, como el Aleluya, si no se canta, es preferible omitirlo (cf. OGMR, n. 63c; OLM, n. 23). Aunque literalmente el texto dice: El Aleluya o el versículo antes del Evangelio, si no se canta, puede omitirse, es obvio que tanto el Aleluya como el versículo deben ser cantados por su propio carácter festivo y porque las 17 veces que se menciona la OGMR (nn. 37, 43, 61, 62, 63, 64, 131, 132, 175, 212, 261) siempre va acompañado por la expresión: se canta..., se entona..., el canto del Aleluya..., ...u otro canto, etc. En definitiva, este momento "constituye de por sí un rito o un acto" (OGMR, n. 37) en el que el salmista o el cantor –después de cantar el Aleluya junto con el coro y la asamblea– ahora entona el versículo a modo de anuncio de lo que los fieles escucharán por boca del diácono o del sacerdote en la proclamación del Evangelio. De ahí que la rúbrica de la OGMR, n. 63c diga finalmente: si no se canta, puede omitirse, porque lo suyo es que se cante y si no se canta es preferible no leerlo porque se desvirtúa el profundo sentido de gozo que tiene esta aclamación, tal y como acabamos de explicar. A eso se le suma que leer el versículo no aportaría nada (al no ser cantado) porque el diácono o el sacerdote, unos segundos después, lo proclamará en el evangelio, ya que normalmente el versículo del Aleluya es eso, un "versículo" del Evangelio que sigue a continuación.
4. El Aleluya se canta durante todo el año litúrgico, excepto en Cuaresma. Es decir, no se limita solo al tiempo de Pascua.
5. En los funerales también se debe cantar el Aleluya –siempre que no sea cuaresma– porque este canto es la expresión gozosa de nuestra fe en Cristo resucitado, el cual ha vencido a la muerte.
Muchas gracias!!
ResponderEliminarLa verdad es que habia estado buscando el significado desde hace dias, pero hay mucha información equivocada.
saludos
Me alegra saber que le ha ayudado! Ciertamente por internet se encuentra mucha información que más que ayudar, confunde!
Eliminarsoy estudiante de argentina y estudio un master en musica liturgica en la facultad gaudí de BArcelona, lo hago en forma remota. me agrada la informacion que brindas. Estoy confeccionando la tesis. me servirá tu blog. alli dejo mi mail.
ResponderEliminarEstimado Gonzalo, me alegra saber que te sirve el material que subo al blog. Aunque tiene un carácter divulgativo, quiere ser un estímulo para seguir profundizando en cuestiones litúrgica y musicales. El máster que estudia es muy interesante, yo he sido profesor en él de la asignatura de Fenomenlogía del arte litúrgico. Reciba un cordial saludo.
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