Azul inmaculada


Fotografía © Miguel Castaño
Es una escena habitual el que en muchas de nuestras parroquias, en el día celebración de la festividad de la Inmaculada Concepción vemos emplear -allí donde los hay- ornamentos de color azul celeste y escuchar durante la homilía la explicación de que tal color se debe a un privilegio concedido a España en el siglo XIX por la ancestral defensa que nuestra nación ha hecho de ese dogma. Es conveniente recordar algunos pormenores del uso de este privilegio pues resulta cada vez más frecuente ver como este color -debido sin duda al celo mariano- es usado para celebrar otras advocaciones de la Santísima Virgen.

Lo primero que hemos que precisar es que el color azul, como tal, no es un color litúrgico. En efecto, son colores litúrgicos todos y solo aquellos que se prescriben en el punto 346 de la actual Instrucción General del Misal Romano, a saber, el blanco, el verde, el rojo, el morado, el negro y el rosado. El color azul es, hablando en puridad, un privilegio litúrgico. Esta distinción no es quisquillosa ni rebuscada, dado que según un venerable principio litúrgico, "todo aquello que en la liturgia no es obligatorio, está prohibido". El sentido del privilegio litúrgico es precisamente ser una excepción a una ley general, privilegio concedido por la Santa Sede de lo cual puede hacerse uso o no; esto es lo que lo distingue esencialmente de los colores litúrgicos facultativos como el rosáceo o el negro, que no constituyen excepciones, sino posibilidades ad libitum pero que figuran explícitamente en el conjunto de normas litúrgicas de la Iglesia.

El privilegio de poder emplear el color azul no es, sin embargo, el único concedido a España. Existe un breve pontificio, Ad hoc nos, rubricado por San Pío V (al que se añade el Pastoralis officii de Gregorio XIII) en el que se compendian todos los privilegios litúrgicos otorgados a nuestra nación, muchos de los cuales si bien han caído en desuso no debería ser óbice para conocerlos. Tales privilegios son el fruto de centenarias costumbres litúrgicas españolas -y no tanto una concesión graciosa en recompensa a determinados "méritos" como en ocasiones parece interpretarse- que recibieron tal reconocimiento después de haber sido solicitada la continuación de tales usos. Algo semejante ha sucedido con el color azul, que aún antes de la concesión del privilegio se habría comenzado a ser utilizar. Su uso resulta muy anterior a la misma proclamación del dogma por parte de Pío IX; por lo que parece,se comenzaría a utilizar en Sevilla al menos a raíz de la polémica entre maculistas e Inmaculistas en el siglo XVII. El primer reconocimiento de la posibilidad de usar este color tendría lugar en 1817, cuando Pío VII concedió su uso a la catedral de Sevilla para la fiesta de la Inmaculada y su octava. En 1879 la Sagrada Congregación de Ritos extendería este permiso a toda la archidiócesis hispalense. Finalmente el doce de febrero de 1883 según decreto promulgado por la Sagrada Congregación de Ritos se concede su uso las diócesis españolas y sus territorios para la solemnidad de la Inmaculada, su octava, y las misas votivas. Desde la supresión de la octava de la Inmaculada ya en el misal promulgado por Juan XXIII en 1962 acorde a las rúbricas de la instrucción Rubricarum instructum, el color azul queda reducido a la solemnidad de la Inmaculada y a las misas votivas de la Inmaculada. Y para las diócesis españolas, según lo que hemos indicado más arriba, cualquier otro uso está prohibido. No pensemos, sin embargo, que es nuestro país el único en el que veremos emplear vestiduras azules. Los antiguos territorios del Reino de Baviera (actual Estado Libre de Baviera) lo tiene concedido para la festividad de Santa María Reina y en Portugal para las fiestas de la Inmaculada y la Asunción. En todo caso, el uso abusivo de este color fuera de las fechas para las que está concedido supone desdibujar su sentido y el origen del privilegio: la devoción multisecular del pueblo español a la Inmaculada y la defensa del dogma. Fue precisamente en la archidiócesis de Sevilla, en el convento de San Antonio de Padua donde se conservarían -según la tradición- los más antiguos ornamentos confeccionados en color azul para celebrar a la Inmaculada.

Y es un color muy a propósito para celebrar este misterio. Es el azul quizá el más inmaterial y profundo de los colores. Recuerda al cielo, al agua, al aire, al cristal; Por eso también se habría usado en la liturgia cristiana medieval durante el tiempo de Pentecostés pues el símbolo del Espíritu Santo es el aire, el más inmaterial de los elementos, pues "Spiritus ubi vult, spirat". El azul intenso quiere expresar de este modo el desapego a los valores mundanos y la ascensión del alma que tiende hacia lo divino, como nos enseña Efrén el Sirio : “Hoy María se ha hecho cielo y ha traído a Dios, porque en Ella ha descendido la excelsa divinidad y ha hecho morada."Por eso, junto al blanco, es el color de la Inmaculada Concepción. Representa ese encuentro del cielo con la tierra en las Virgen ya concebida sin mancha, que anuncia esa fusión del cielo y la tierra, las dos partes del eje cósmico, unidos para acoger esa autocomunicación divina, y así se expresa de manera elocuente que Dios Padre ante la previsión de los méritos de María la haya querido adornar con este singularísimo privilegio.




El tiempo litúrgico de Adviento


Origen y significado


1. El tiempo de Adviento tal y como lo celebramos ahora son las semanas que preceden y preparan la Navidad. "Adviento" significa "venida", por ello en este tiempo nos disponemos para acoger la venida del Mesías. El Adviento, la espera de la venida del Señor, es el primer paso de esta historia anualmente revivida en el Año Litúrgico.

2. Este tiempo tiene un claro origen hispano. En el Concilio de Zaragoza, año 380, se prescribe que los fieles vayan a la iglesia desde el 17 de diciembre hasta la Epifanía para orar y reunirse frecuentemente. Dicha práctica se consolidó en Francia a lo largo del siglo V, cuando Perpetuo de Tours (490) establece un ayuno de tres días a la semana desde San Martín (11 de noviembre) hasta Navidad. Pero el Adviento romano no se fija hasta el siglo VI con los Sacramentarios y Leccionarios que nos han transmitido sus formularios litúrgicos. Curiosamente, cabe destacar que solo en Roma el Adviento fue, desde el principio, una institución litúrgica, mientras que en los demás lugares fueron consideraciones ascéticas lo que constituyó el punto de arranque y las normas de su evolución.

3. El sentido del Adviento Romano queda perfectamente definido en los siglo VI-VII. En primer lugar es, según la concepción de las Galias, un tiempo de preparación a la solemnidad de Navidad, pero también un tiempo de "espera": espera para la Navidad y espera del retorno glorioso del Señor al final del mundo. De este modo, la espera cristiana, halla su expresión espontánea en los textos proféticos inspirados por la espera del Mesías: Isaías y Juan Bautista, las dos grandes voces de la liturgia del Adviento.

4. En este sentido, cabe recordar que el Adviento comienza cuatro domingos antes de la Navidad. El primer domingo miramos hacia la última venida de Cristo; el segundo y tercero, a Juan Bautista; y el cuarto, a María, la Madre de Dios. Aunque también cabe destacar en su estructura dos etapas: Desde el primer domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre (invitación a prepararnos en la esperanza y en la conversión para la venida del Señor a nuestras vidas); desde el 17 hasta el 24 (más directamente orientada hacia las fiestas de Navidad).


Características y peculiaridades de este tiempo 

1. Palabras que resuenan en Adviento: 

– Emmanuel: Expresión hebrea que significa "Dios con nosotros" (Is 7, 10-14). Signo de la presencia salvadora de Dios en medio del pueblo.

– Marana tha: Expresión aramea = "¡Señor nuestro, ven!". Que las comunidades mantuvieron intacta (1Cor 16,22). Es la expresión del anhelo del retorno de Jesús. Nuestra traducción es "Ven, Señor, Jesús"

– Mesías: Palabra hebrea que significa "ungido". En la antigüedad los reyes, sacerdotes y profetas eran ungidos con aceite como signo de la fuerza de Dios. El Mesías era el "elegido" para liberar al pueblo de Israel. La traducción griega de "Ungido" es "Cristo" y así llama el NT a Jesús. 

– Precursor: Es el que anuncia o prepara algún acontecimiento o venida de alguna persona. Se aplica a Juan el Bautista.

– Profeta: Significa mensajero de Dios, el que habla en nombre de Dios. No es un adivino, aunque a veces predice acontecimientos. Isaías es el más representativo del Adviento.

2. Actitudes: 

– Esperanza: esta es la palabra que más resuena. En dos sentidos: la encarnación y la venida definitiva.

– Disponibilidad: "preparad el camino al Señor" es la consigna de este tiempo, es la llamada que Juan Bautista hacía en el Jordán a todos aquellos que se acercaban.

– Alegría: no tenemos que guardarnos toda para Navidad. El tiempo de "preparación" también es una alegría (ej.: un banquete o una fiesta).

– Oración: la Navidad que nos ofrecen los medios de comunicación social no debe desviar nuestra atención de lo verdaderamente importante, nuestra espera vigilante y oración como preparación a la encarnación del Mesías.

– Paciencia: el Adviento es una invitación a trabajar sin desfallecer, un año más, en espera: "Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Firmes en la fe.

3. Signos del Adviento: 

– Austeridad litúrgica: no se trata de una "cuaresma", sino de una espera gozosa (no se suprime el Aleluya, solo el Gloria). Eso sí, es un tiempo litúrgico austero: color morado, ausencia de flores, etc.

– Corona de adviento: tradición proveniente del norte de Europa pero ya arraigada (no preceptiva). Sentido catequético (4 velas - 4 domingos).

– El Belén: La mejor manera de terminar el Adviento es preparando el Belén. Pero tenemos que tener en cuenta que el "Niño" debemos colocarlo el 24 por la noche (Misa del Gallo) o el mismo 25. 


Repertorio musical en adviento 

1. Importancia del "propio".

– El canto de entrada nos introduce en el Misterio y, en el caso concreto de los cuatro domingos de Adviento, en el tiempo litúrgico que celebramos.

– El Salmo (como de costumbre, no debe ser alterado).

– Aprovechar para cantar los mismo cantos los 4 domingos; reservando un repertorio propio de Adviento que solo se utilice en este tiempo litúrgico.

2. Peculiaridades del "ordinario": 

El gloria es el gran canto de Navidad, por este motivo durante los domingos de Adviento no se canta.

3. Otras cuestiones: 

– El "Ave María" es un canto apropiado para el ofertorio del IV Domingo de Adviento.

– El canto para encender la vela de la Corona de Adviento debe ser adecuado, es decir, que haga referencia y mención al tiempo litúrgico que celebramos.

– Conservar cantos de la tradición. Sería ideal que pudiésemos utilizar en cada tiempo litúrgico un canto de nuestro tesoro musical. En este tiempo, uno de los más conocidos es el Rorate caeli.

– ¿villancicos? Debemos hacer lo posible por NO utilizarlos en nuestras celebraciones litúrgicas hasta el día 25 de diciembre; porque estos son expresión del Misterio que celebramos a partir de ese día. Obviamente debemos cuidar el contenido de los textos.



La Corona de Adviento

En los últimos años se ha extendido la costumbre de colocar en nuestras iglesias la "corona del Adviento" o "corona de las luces de Adviento" pese a nos ser preceptiva, es decir, obligatoria. Esta tradición del Norte de Europa tiene un interesante carácter simbólico y catequético, aunque no se menciona en la Introducción General del Misal Romano, tampoco en el Ceremonial de obispos, donde en muchas ocasiones encontramos aclaraciones que no encontramos en los libros litúrgicos; sin embargo, sí se encuentra una referencia explícita en el Bendicional (nn. 1235-1242). En él se explica el sentido y el significado de la "corona" y dos modelos para su bendición: en el hogar familiar o en la iglesia.

1) Tener una corona en el hogar es una buena ocasión para orar en familia y prepararse conjuntamente para la Navidad. Este es uno de los casos en los que el padre o la madre de familia puede realizar la bendición. 

2) En el caso de hacerlo en la iglesia, ya que no es preceptivo, es recomendable que sea en la misa del domingo I de Adviento, justo después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial. Esto último no quiere decir que se omita el señor ten piedad (ver en este mismo blog la entrada del Señor, ten piedad). Otra opción sería bendecirla en las I vísperas del I Domingo de Adviento. En el momento de encender las velas que correspondan se puede entonar un canto apropiado, como por ejemplo, el salmo 26 (27) - El Señor es mi luz y mi salvación.  

Con respecto al color de las velas de la corona no hay nada dispuesto, pero el sentido común nos lleva a poner las cuatro de color blanco (color habitual de las velas que utilizamos) o, incluso, tres moradas y una rosa, correspondiendo con el color litúrgico de cada domingo, respetando el rosa para el domingo Gaudete o domingo III de Adviento. 

CAPÍTULO XXXVII

BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO


1235. La «Corona de Adviento» o «Corona de las luces de Adviento» es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso.

1236. La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de Jesucristo, luz del mundo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de Navidad. El color verde de la corona significa la vida y la esperanza.

1237. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de la esperanza de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre por nosotros, y con su muerte nos ha dado la verdadera vida.

I. RITO DE LA BENDICIÓN EN LA FAMILIA

1238. El ministro, al comenzar la celebración, dice:

Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

R/.   Que hizo el cielo y la tierra.

Monición introductiva

El ministro introduce la celebración con estas palabras u otras semejantes:

Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza.

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

1239. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Is 60, 1: ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!

1240. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:

Oremos.
LA tierra, Señor, se alegra en estos días, 
y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, 
que se avecina como luz esplendorosa, 
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas 
de la ignorancia, del dolor y del pecado. 
Lleno de esperanza en su venida, 
tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque 
y la ha adornado con luces. 
Ahora, pues, que vamos a empezar 
el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, 
te pedimos, Señor, 
que, mientras se acrecienta cada día 
el esplendor de esta corona, con nuevas luces, 
a nosotros nos ilumines 
con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, 
iluminará todas las oscuridades. 
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/.   Amén.

Y se enciende el cirio que corresponda según la semana de Adviento.

II. RITO DE LA BENDICIÓN EN LA IGLESIA

1241. La «Corona de Adviento», que se ha instalado en la iglesia, se puede bendecir al comienzo de la misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial.

Monición introductoria

Después del saludo, el ministro, dice:

Hermanos: Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida. 

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y encendemos su primer cirio.

1242. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:

Oremos.
LA tierra, Señor, se alegra en estos días, 
y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, 
que se avecina como luz esplendorosa, 
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas 
de la ignorancia, del dolor y del pecado. 
Lleno de esperanza en su venida, 
tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque 
y la ha adornado con luces. 
Ahora, pues, que vamos a empezar 
el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, 
te pedimos, Señor, 
que, mientras se acrecienta cada día 
el esplendor de esta corona, con nuevas luces, 
a nosotros nos ilumines 
con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, 
iluminará todas las oscuridades. 
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/.   Amén.

Y se enciende el cirio que corresponda según la semana del Adviento.

Nuevo Año, nuevos propósitos.



Con la Solemnidad de Cristo Rey del Universo llegamos a la última semana del Año Litúrgico, cuestión abordada en diversas ocasiones en este blog: tanto con la perspectiva del último domingo del Año (Cristo Rey) como del primero (I domingo de adviento).

Así que... Año Nuevo... vida nueva!!!

Quizás esta semana –entre el último domingo del año y el primero– sea un momento idóneo para hacer una valoración de nuestra vivencia personal (o en grupo) del Año Litúrgico, el cual, gira entorno al Misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección del Señor).

En este sentido, el inicio del nuevo Año Litúrgico creo que puede ser una ocasión para hacer nuevos propósitos. Es decir: Nuevo Año, nuevos propósitos. 

Hoy propongo DOS cuestiones muy concretas a los amantes de la música, la liturgia y la pastoral:

1) Conocer "bien" el Calendario del Año Litúrgico-Pastoral (epacta). Un conocimiento básico sobre esta cuestión nos aportará algo muy importante: "criterio", ya que en este calendario encontramos la información básica de la liturgia del día (tiempo litúrgico, tipo de celebración: solemnidad, fiesta, memoria, etc.; citas de las lecturas, indicaciones: Ej.: cuándo se dice gloria o no). Información, toda ella , al servicio de los ministros que participa en la celebración, no sólo para el "cura". En este sentido, entre los calendarios que podemos encontrar, desde hace algunos años el que publica la Conferencia Episcopal Española incluye un subsidio interesante: la antífona del salmo responsorial de cada domingo y solemnidad, así como una propuesta variada de cantos para cada celebración. Saber que existe todo esto y hacer uso de ello es un gran paso... pero se puede hacer más!

2) [solo para valientes] Leer la Carta Apostólica Misterii Paschalis por la que se aprueban las Normas Universales sobre el Año Litúrgico y el nuevo Calendario Romano General. En este documento encontramos el porqué de la primera propuesta. La Iglesia a través de su Magisterio nos ofrece una breve aproximación teológico-litúrgica inicial y posteriormente entrar en materia práctica. Explica tanto los días litúrgicos (el domingo, las solemnidades, las fiestas, las memorias, las ferias) y el curso del Año Litúrgico (Triduo Pascual, Pascua, Cuaresma, Navidad, Adviento, Tiempo Ordinario). También podemos destacar la Tabla de los días litúrgicos dispuesta según el orden de precedencia (n. 59). El conocimiento de todas estas cuestiones nos aportará lo que indicábamos antes: "criterio". No se trata (por ejemplo) de suprimir el aleluya en cuaresma "porque sí", sino que existe una explicación ¿queremos conocerla? ¡adelante! (VER documento). Si desconocemos la dinámica del Año Litúrgico es mucho más fácil que erremos en la selección de un repertorio digo y apropiado para que la asamblea de los fieles dé gloria a Dios.

¡¡¡Feliz y próspero Nuevo Año [litúrgico]!!!



CECILIA, UNA HISTORIA DE AMOR

Fresco de la bóveda de Sta. Cecilia.
Cecilia, una historia de amor.

En tiempos del Papa Urbano I (siglo III) había una hermosa joven llamada Cecilia, de familia romana pero convertida al cristianismo. Fruto de su gran vida de fe y amor a Dios decidió entregarle su virginidad. Sin embargo, como era costumbre, sus padres le buscaron un hombre adecuado con el que debía casarse. Valeriano. Era un hombre lleno de virtud, pero pagano. Cecilia, pese a todo accedió al deseo de sus padres, pero poco después de la celebración del matrimonio, nuestra hermosa joven, armada de valor le dijo a Valeriano: 

– Debo comunicarte un secreto: he entregado mi virginidad a Dios y un ángel del Señor vela por mí.
   Ante esto, Valeriano se mostró escéptico, así que le dijo a Cecilia: 
– Si quieres que respete tu consagración virginal haz que yo también vea a ese ángel del Señor. De este modo haré lo que me pidas. 
   Cecilia, astuta, le dijo: 
– Si crees en el Dios verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel del Señor que me custodia.

Valeriano, profundamente enamorado de Cecilia, fue bautizado por el Papa Urbano I y cuando regresó como cristiano a casa...

Himno a San Martín

El 11 de noviembre se celebra San Martín de Tours (316-397). Su vida fue narrada por un hagiógrafo contemporáneo, Sulpicio Severo. Se le recuerda particularmente por el relato según el cual usó su espada para cortar la capa que llevaba puesta en dos para darle la mitad a un mendigo que estaba casi desnudo en pleno invierno. Su santuario en la ciudad de Tours se convirtió en un punto de parada famoso para los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela (España). El culto a Martín de Tours se extendió desde Francia a la Península Ibérica y, muy en especial, en Galicia, donde numerosas parroquias lo tienen como patrono: san Martín o san Martiño.

Comparto con vosotros el Himno a San Martín que tuve ocasión de componer para el Seminario Mayor de Santiago de Compostela, ubicado en el antiguo Monasterio benedictino de San Martín Pinario del siglo XII. 


Martín, varón apostólico, 
por tu abrazo a Jesús mendigo
ábrenos al misterio de la caridad.
Gloria a Martín, fiel protector.

En mitad de la vida,
en el medio del camino,
Cristo cambia tu vestido
por tu razón de vivir.

El pastor de pastores 
en ti graba su llamada,
tanto que en la encrucijada 
sólo el morir es vivir.

Fiel soldado de Cristo, 
a quien todos veneramos
muéstranos que los cristianos
vencen a fuerza de amar.



Fieles difuntos y el Dies irae


El día de fieles difuntos recordamos a todos aquellos hermanos nuestros que ya han partido de este mundo pero que aún no gozan de la paz eterna y están necesitados de nuestras oraciones.

Durante siglos, en esta celebración y en todas las celebraciones exequiales se cantaba antes del evangelio la secuencia Dies irae, ya que era la secuencia propia de la misa de Requiem (misa de difuntos), la cual resonó en las iglesias de rito romano hasta la reforma del Concilio Vaticano II (1962-1965). 

Después de esta última reforma se suprimieron numerosas secuencias, ya que prácticamente cada solemnidad tenía una. Por ello, para primar la  Palabra de Dios sobre otros textos solo se conservaron 4 secuencias en el Misal/Leccionario: Victimae paschali laudesLauda Sion, Stabat Mater, Veni Sancte Spiritus. Aunque los benedictinos del monasterio de Solesmes, al confeccionar Graduale Romanum (libro para el canto de la Misa) incluyeron también la secuencia de la festividad de su fundador, san Benito: Laeta dies.

El Dies irae, como las demás secuencias, es una composición de carácter lírico que describe algún elemento concreto de lo que se celebra ese día. En este caso es un antiguo himno atribuido a Tomás de Celano (s. XIII) en el que de forma poética describe la crudeza del día del juicio donde a golpe de trompeta las almas son llamadas. Las de los justos podrán contemplar la gloria de Dios, pero las de los condenados arderán en las penas del infierno. El texto es muy interesante (leer texto completo), pero también es comprensible que se haya optado por eliminarlo de la liturgia eucarística, ya que la celebración cristiana de la muerte tras la reforma apunta más hacia la contemplación de Cristo resucitado, de ahí que se proponga el canto del aleluya antes del Evangelio.

Sin embargo, aunque ya no se utilice como secuencia dentro de la celebración eucarística, todavía resuena en la liturgia de la Iglesia durante el rezo de la Liturgia de las Horas como himno de las ferias de la XXXIV semana del tiempo ordinario, semana que tiene un profundo sentido escatológico antes de la celebración de Jesucristo, Rey del universo.

Algunos sostienen que aunque no se cante como secuencia puede introducirse en algún momento de la celebración eucarística, sin embargo, esto no tiene sentido, porque cada celebración ya tiene sus propias antífonas de entrada y comunión en el Misal (ver formularios de las misas para Fieles difuntos) Y para el ofertorio siempre se puede interpretar la antífona del Gradual, un motete polifónico inspirado en esta antífona o, sencillamente, buscar un canto en lengua vernácula que coincida con el texto bíblico que propone el Graduale. Aunque el silencio en una celebración de estas características también puede ser una buena opción.

Este texto del Dies irae se escribió para ser cantado –como todas las secuencias o himnos utilizados en la liturgia– y a lo largo de la historia ha sido interpretado de diversas formas, dependiendo de los estilos de cada época. Ahora ya no se escucha en nuestras parroquias esta secuencia pero durante siglos, antes del Evangelio de la misa de difuntos se entonaba esta melodía sobrecogedora que expresa casi un llanto por no caer en la condena eterna y que cuando menciona la "trompeta" que llama a los difuntos de los sepulcros (tuba mirum spargens sonum...) eleva la tesitura del cantus con un brillo digno de una trompeta que llama al juicio. 


Pero existen más ejemplos significativos en los que la "retórica musical" está muy cuidada. A mi me gustaría destacar dos. En primer lugar el Dies irae del Requiem de  W. A. Mozart (1756-1791), que con una pequeña orquesta (muy barroca todavía) y un potente coro nos hace sentir la violencia del juicio, sobre todo por aquellos que se condenan.




En segundo lugar, G. Verdi (1813-1901), que con una orquesta mucho mayor (propia del romanticismo) y un coro más numeroso que el de Mozart nos deja otra obra maestra con su Requiem, en concreto con el Dies irae. El inicio es para "morirse", la orquesta introduce al coro con unos "latigazos" sobrecogedores y éste explota con un llanto desgarrador con una escala cromática descendente. Parece que las almas condenadas luchan por escapar de las llamas del infierno. No pasa tampoco desapercibida la sección de viento-metal que alcanza su mayor protagonismo en la introducción al tuba mirum spargens sonum...



Detrás del Dies irae existe una profunda teología sobre los "novísimos" que tanto en el medievo como en la reforma de Trento se hizo muy presente. Al hablar de "novísimos" nos referimos a un término clásico de la escatología cristiana que describe los estados del ser: muerte, juicio, infierno y gloria; el purgatorio sería un estado intermedio de purificación antes de entrar en la gloria. Hoy quizás no se hable tanto en estos términos.

Encomendemos a nuestros difuntos y a todos aquellos que nadie recuerda y están necesitados de oración.


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