Desde los primeros siglos del cristianismos se ha tenido devoción al corazón herido de Jesús. En san Agustín, san Ambrosio, san Juan Crisóstomo encontramos textos que se refieren a la sagrada llaga del costado de Jesús, a la sangre y agua que brotaron de su corazón, de donde recibimos los sacramentos. Siglos más tarde se siguen encontrando numerosas referencias al Corazón y las llagas de Cristo: San Bernardo de Claraval, Santa Clara, San Buenaventura, Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Francisco de Sales, Santa Juana de Chantal, etc.
Sin embargo, la devoción al Corazón de Jesús como la conocemos hoy tiene su origen en las revelaciones místicas que Santa Margarita María Alacoque comenzó a experimentar en Paray-le-Monial (Francia) desde 1673 hasta su muerte en 1690. Se considera que fueron cuatro las principales apariciones que dieron a conocer a la religiosa la trascendencia de la devoción al Sagrado Corazón. La principal fue la que ocurrió el 27 de junio de 1673, en que por primera vez se le apareció el Salvador y le mostró su Corazón rodeado de llamas, circundado de espinas, rematado por una cruz y con la llaga del golpe de la lanza.
Entre los primeros difusores del culto se destacan san Claudio de la Colombière, director espiritual de la Santa, y los Padres Juan Croisset y José de Galliffe, que escribieron los primeros tratados sobre aquella devoción. Desde el principio fue una devoción muy ligada a la Compañía de Jesús aunque otras congregaciones religiosas desde ese tiempo adoptaron la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Estas son las promesas que Jesús hizo a Santa Margarita de Alacoque y por medio de ella a todos los devotos de su Sagrado Corazón:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en sus penas.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Bendeciré las casa en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
7. Los pecadores hallarán en mi corazón misericordia.
8. Las almas tibias se volverán fervorosas.
9. Los almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
10. Daré a los sacerdotes el talento de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de él.
12. Les prometo en el exceso de mi misericordia, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren por nueve primeros viernes consecutivos, la gracia de la perseverancia final; no morirán sin mi gracia, ni sin la recepción de los santos sacramentos. Mi Corazón será su seguro refugio en aquel momento supremo.
Tres son las condiciones para obtener esta gracia:
1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.
3. Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se hizo popular después de la muerte de Santa Margarita María en 1690. Sin embargo, debido a que la Iglesia siempre es cuidadosa en aprobar una aparición o devoción privada, la fiesta no se estableció como oficial en toda Francia hasta 1765. Y el 8 de mayo de 1873 la devoción al Sagrado Corazón fue formalmente aprobada por el Papa Pío IX. El 21 de julio de 1899 el papa León XIII recomendó urgentemente que todos los obispos del mundo observaran la fiesta en sus diócesis.
En España el padre Bernardo de Hoyos S.J. (1711-1735) fue el principal apóstol de la devoción al Sagrado Corazón, el cual recibió la revelación de la Gran Promesa: Reinaré en España, y con más veneración que entras muchas partes.
Durante el siglo XX la devoción al Corazón de Jesús se extendió mucho más. En España, durante el proceso de beatificación de Bernardo de Hoyos, fue aprobada la construcción de un santuario al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles, lugar donde toda España se consagró al Corazón de Jesús en 1919. Pero tampoco podemos olvidar la construcción del Templo Nacional Expiatorio dedicado al Sagrado Corazón en la colina del Tibidago en Barcelona), al igual que en Italia el Sacro Cuore de Roma o en Francia el Sacre-Coeur de París. Por otra parte, en Portugal se dieron las apariciones de Fátima (1917), en las que el ángel y la Virgen enseñaron a los niños a rezar y responder a los designios de los Corazones de Jesús y María. En Polonia, Faustina Kowalska (+1938) tiene unas revelaciones místicas en donde Jesús le comunicó que deseaba derramar la misericordia de Su Corazón sobre toda la humanidad.
De este modo y en pocos siglos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se ha extendido por el mundo entero. Es una llamada constante a entregar la vida por el Reino a imitación de Cristo, que nos amó hasta el extremo entregando su propia vida por la salvación del mundo.
Viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Solemnidad
Antífona de entrada Sal 32, 11. 19
Los proyectos de su Corazón subsisten de edad en edad, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Se dice Gloria.
Oración colecta
DIOS todopoderoso,
concede a quienes,
alegrándonos en el Corazón de tu Hijo amado,
recordamos los inmensos beneficios de su amor hacia nosotros,
merecer recibir una inagotable abundancia de gracia
de aquella fuente celestial de los dones.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
OH, Dios, que en el Corazón de tu Hijo,
herido por nuestros pecados,
te has dignado regalamos misericordiosamente
infinitos tesoros de amor,
te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestra piedad,
manifestemos también una conveniente reparación.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo.
concede a quienes,
alegrándonos en el Corazón de tu Hijo amado,
recordamos los inmensos beneficios de su amor hacia nosotros,
merecer recibir una inagotable abundancia de gracia
de aquella fuente celestial de los dones.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
OH, Dios, que en el Corazón de tu Hijo,
herido por nuestros pecados,
te has dignado regalamos misericordiosamente
infinitos tesoros de amor,
te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestra piedad,
manifestemos también una conveniente reparación.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo.
Oración sobre las ofrendas
MIRA, Señor, el inefable amor
del Corazón de tu Hijo predilecto
para que los dones que te presentamos
sean ofrenda aceptable a ti y expiación de nuestras culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚSdel Corazón de tu Hijo predilecto
para que los dones que te presentamos
sean ofrenda aceptable a ti y expiación de nuestras culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
EL INMENSO AMOR DE CRISTO
EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual, con amor admirable, se entregó por nosotros
y, elevado sobre la cruz,
hizo que de la herida de su costado
brotaran, con el agua y la sangre,
los sacramentos de la Iglesia,
para que así,
acercándose al Corazón abierto del Salvador,
todos puedan beber siempre con gozo
de las fuentes de la salvación.
Por eso,
con los santos
y con todos los ángeles,
te glorificamos diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de comunión Cf. Jn 7, 37-38
Dice el Señor: «El que tenga sed que venga a mí, y que beba el que cree en mí: de sus entrañas manarán ríos de agua viva».
O bien: Jn 19, 34
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Dice el Señor: «El que tenga sed que venga a mí, y que beba el que cree en mí: de sus entrañas manarán ríos de agua viva».
O bien: Jn 19, 34
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Oración después de la comunión
SEÑOR, que el sacramento de la caridad
encienda en nosotros el fuego del amor santo
por el que, cautivados siempre por tu Hijo,
aprendamos a reconocerle en los hermanos.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
encienda en nosotros el fuego del amor santo
por el que, cautivados siempre por tu Hijo,
aprendamos a reconocerle en los hermanos.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
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