Ayer, domingo 24 de febrero de 2013 a las 12:00, Benedicto XVI se asomaba a la ventana de su estudio –como cada domingo– para rezar el Angelus con todos los fieles presentes en la plaza de San Pedro; pero en esta ocasión no éramos cinco mil o diez mil personas, sino ciento cincuenta mil. La plaza estaba abarrotada desde primera hora de la mañana esperando lo que ya se denominaba desde hace días como el “último Angelus del Papa”. Y así fue.
A
las doce en punto, la cortina de la ventana del tercer piso del Palacio
Apostólico se abría y en ese instante la plaza, al unísono, comenzó a aplaudir
y a corear todo tipo de cánticos rimados (algunos con mayor fortuna que otros)
en innumerables idiomas. Tampoco faltó algún espontáneo coreando la popular
sevillana “no te vayas todavía, no te vayas por favor”. A todo esto el Papa
respondió con una visible sonrisa, un gesto de saludo y un sincero “grazie”.
Sin
extenderse más que en otras ocasiones comenzó sus palabras haciendo una breve
referencia al evangelio del día, en esta ocasión comentó la Transfiguración del
Señor en el monte Tabor ante los apóstoles Pedro, Santiago y Juan.
Una
palabra resonaba en su último Angelus dominical
como Papa: “oración”. En primer lugar hizo alusión a ésta como fuente de todo
compromiso social y acción pastoral. En segundo lugar, atendiendo al tiempo
litúrgico que estamos celebrando, afirmó que en Cuaresma “aprendemos a dar su
debido tiempo a la oración, tanto personal como comunitaria, que da aliento a
nuestra vida espiritual”.
Sirviéndose
de ese mismo texto concluyó: “la oración no es aislarse del mundo y de sus
contradicciones, como en el monte Tabor hubiera querido Pedro, pues la oración
reconduce al camino, a la acción”. Por ello insistió que aunque él se retirase
a orar al “monte” (Tabor) “esto no significa abandonar la Iglesia” sino que
“podré seguir sirviendo de un modo más adecuado a mi edad y a mi fuerzas”. En
ese momento la plaza rompió a aplaudir como señal de profundo respeto y
agradecimiento a un Papa que se ha gastado en servicio a la Iglesia. A
continuación rezó el Angelus e
impartió la bendición a todos los fieles presentes.
Una
mañana en la que, una vez más, el Papa dio muestras de su humildad, de su serenidad
y sobre todo de su profunda espiritualidad. Por último, antes de alejarse de la
ventana dijo: "estaré siempre cerca de vosotros, en la oración".
Oscar Valado
Roma, 25 de enero de 2013
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