Inauguración del pontificado de Francisco

"Después de la tormenta viene la calma".

En sentido literal: las lluvias y tormentas de estos días en Roma (incluso en la jornada de la famosa fumata blanca) dieron paso a un sol resplandeciente para la celebración de inauguración de pontificado del Papa Francisco.

En sentido figurado: unas semanas atípicas en el orbe católico (renuncia de un Papa, congregaciones, cónclave, elección e inauguración) han provocado un interés "extra" por parte de los medios de comunicación durante este último mes... hoy vuelve la paz.

La solemne celebración que tuvo lugar ayer en la plaza de san Pedro marca un antes y un después. Se ha convertido en la "guinda" que corona una serie de acontecimientos históricos que todos los creyentes del mundo hemos tenido ocasión de vivir. Ahora da comienzo una nueva etapa para la Iglesia, como le gusta decir a nuestro Papa Francisco: "un camino". 

Ayer, durante su homilía, nos mostró una vez más su talante de pastor humilde y sencillo:

"Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar".

Destacando a José como "custodio": 

"José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo". 

Recordando la corresponsabilidad de todos como "custodios":

"... la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. [...] Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor..."

Pero para vivir este aspecto de nuestra vocación cristiana es necesario empezar por nosotros mismos:

"para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura".

Quizás esta homilía no ha sido la "homilía programática" que algunos especialistas en estos temas esperaban. Pero yo encuentro en ella las palabras de un hombre de Dios que quiere cumplir la voluntad de Dios ejerciendo su misión de Pastor de la Iglesia. Con sus palabras nos anima y fortalece para abrazar sin miedo a Cristo, sobre todo en los hermanos y en la creación.

GRACIAS PAPA FRANCISCO... estamos en camino!!!



Oscar Valado
Roma, 20 de marzo de 2013




2 comentarios:

  1. Ola Óscar:

    Cantas esperanzas temos postas neste Papa! Rezo moito por el, creo que sen que mo pedise, e tamén polos pastores destas ovelliñas. Necesítanse corazóns humildes e pastores que vivan coas ovellas, non que as miren de lonxe.

    Unha forte aperta desde a túa terra, estades nas nosas oracións.

    Nuria.

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