En el Reino de los cielos

"Si volviese a nacer... volvería a ser sacerdote"

Esto me lo decía casi a diario un amigo sacerdote, don David González Álvarez (1934-2013), al cual enterramos ayer en la parroquia de Celanova (Ourense) a la edad de 79 años.

Yo le conocí cuando tenía 14 años y me llamó la atención su carácter bondadoso y extrovertido con el que, paradójicamente, escondía una gran timidez. Con el paso de los años –y pese a la diferencia de edad– nos hicimos muy buenos amigos y para mí, en muchas cosas, fue un verdadero testimonio.

En estos días, por el barrio, son muchas personas las que se acercan a mí para darme el pésame porque saben lo unido que estaba a él. A estas personas les resulta imposible contener la emoción porque cada una tenía una historia que contar sobre David, y en la mayoría de los casos son historias de un David "buen samaritano" que pasó por sus vidas convirtiéndose en tabla de salvación de situaciones difíciles espiritualmente, económicamente e incluso profesionalmente. 

Este cura extrovertido (aunque tímido a la vez) vivía una FE casi "infantil", era capaz de encandilar a cualquiera con sus explicaciones cercanas y cariñosas sobre los contenidos de la fe... cosa que a lo mejor los que nos dedicamos a la teología estamos lejos de conseguir.

Este cura curtido en mil batallas vivía su día a día con ESPERANZA. Me repetía una y otra vez: "mi gran miedo es la tristeza, perder la esperanza, la certeza de que el Señor nos espera con los brazos abiertos en el cielo". Ahí queda eso.

Este cura generoso vivía la CARIDAD de una forma extrema. Todo lo que recibía una mano lo entregaba la otra sin pensárselo dos veces. Numerosas personas han recibido su ayuda y nadie se ha enterado jamás.

Y si por algo será recordado es porque desbordaba alegría por todos los poros de su piel. Jamás olvidaré el viaje que hicimos a Tierra Santa cuando en el Lago de Galilea todos esperábamos que entonase el clásico "Pescador de hombres" y él se arrancó con el popular "Catro vellos mariñeiros". Con él siempre había tiempo para reír y para rezar. 


Sobre lo de rezar... dos cosas me llamaban la atención. La primera era su devoción a la "Mamá del cielo", rezaba el Rosario a todas horas. Y la segunda era que después de tantísimo años de sacerdote siempre se hacía un lío con los responsorios del oficio de lecturas cuando rezábamos juntos, jeje, pero siempre lo solucionaba con una sonrisa diciendo: "¡suplet ecclesia! Lo importante es rezar".

Una de las mayores alegrías de su vida –así me lo decía– había sido verme crecer y estar presente en mi ordenación sacerdotal. Hoy, una de mis mayores alegrías es haberle acompañado en su ancianidad y en su enfermedad; confesar por última vez al que tantas veces me confesó y administrar el sacramento de la Unción al que lloró por mi vocación.

Y digo yo... ¿Hay que hacerse como un niño para entrar en el Reino de los cielos? (cf. Mt 18, 1-6)

Pues David, vivió con la humildad de un niño, la inocencia de un niño, el pecado de un niño... la gracia y simpatía de un niño. David era especial, sí... porque Dios lo eligió para hacer el bien.

David González Álvarez, D.E.P.
Oscar Valado

5 comentarios:

  1. Qué gran verdad!! Yo le vi llorar cuando dejaste el seminario, aunque siempre tuvo la certeza de que volverías, me decía a escondidas: "se que va a volver, el Señor le escogió, pero tenemos que darle tiempo y ayudarle mucho Pilariña". Yo te gano en años de amistad (tengo recuerdos de el desde mis cuatro años). Las Eucaristías que celebraba en el colegio eran una fiesta. Era impresionante ver como todo un colegio, niños desde los 3 años hasta los 14, que "pasaban de la Igelsia" se ponían locos de contentos si venía a celebrar D. David, como le llamábamos ahí. Pero está claro que la vivencia que tú tuviste a su lado no la tuvo nadie más, aunque te puedo asegurar que fuiste "Su Gran Alegría en la Tierra". Va a ser muy duro para todos pasear por las calles no no encontrártelo, ver que se esconde para no saludarte, pero que luego sale a tu encuentro y se funde contigo en un abrazo reparador, sanador... Pero no creo que nadie de los que le conocimos pueda nunca olvidarle, dejó huella en todos los que en algún momento se le acercaron, cosa que desde su humildad negaría rotundamente.
    Tras todo esto sólo me queda decir que intentemos imitarle en su alegría y generosidad, con la seguridad de que estará intercediendo por nosotros delante de Nuestro Señor y de su Santísima Madre.
    Gracias por tus palabras, pues nos ayudan a todos los que le conocimos, y nunca te olvides de que estará con nosotros hasta que nos unamos a él con Él.

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  2. óscar:

    Vine ilusionado, y mucho, al ver una nueva entrada en tu blog. Tenía ganas de ver que escribía mi amigo (subraya lo de "amigo") Óscar y me encuentro con este relato emocionado.

    Te abrazo en el dolor y en la esperanza.

    Y perdóname si no te he escrito ni me he puesto en contacto durante meses. Sabes de mi afecto sincero hacia ti.

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  3. Es un texto muy bello. Una muestra de respeto y de afecto de un sacerdote joven a otro mayor ya fallecido.

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  4. Querido Oscar : Que bonito lo has escrito, porque esta escrito desde tu corazon que tanto queria a David.Cuando se va alguien que queremos mucho siempre ocurre lo mismo,nos damos cuenta de que nos quedaron tantas cosas por hacer con esa persona: una llamada que no se hizo, una visita que no llego a realizarse,una atencion especial cuando lo teniamos cerca, y esta sensacion de frustacios nos quita algo de la alegria que siempre sentimos cuando estabamos cerca de El. Porque para mi fue tambien un ser especial,alguien que te sentia ser mejor,esa sencillez de trato que eras feliz a su lado.Los años que estubimos juntos haran su recuerdo inolvidable en mi espiritu.DAVID SIGUE ACOMPAÑANDONOS CON TU ALEGRIA Y TU CARIÑO MIENTRAS VAMOS DE CAMINO HACIA DONDE ESTAS TU. Un beso. sms

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  5. Gracias por compartir este emocionante relato. ¡Qué importantes son los sacerdotes! Pienso que por eso mismo son pieza codiciada del enemigo.
    Mi sentido pésame por su pérdida y mi enhorabuena por el tiempo que ha podido contar con él.

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