En estos días se ha levantado un revuelo increíble con la entrevista realizada al Papa Francisco por Antonio Spadaro S.J. (leer texto íntegro). ¿Qué decir? He leído la entrevista y nada tiene que ver con los titulares que se han podido leer en la gran mayoría de los medios de comunicación. Yo, en esta entrevista sólo percibo a un Papa con espíritu humilde y con ganas de hacer bien las cosas, pero no al margen de lo que se ha venido haciendo desde el Concilio Vaticano II por Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Lo que sí puede chocar un poco es la forma de decirlo, pero el contenido viene siendo el mismo.
Esto me hace pensar en Benedicto XVI. Pocos días antes de su renuncia, en un encuentro con el clero de Roma (14/02/2013) explicó –como testigo de excepción del Concilio Vaticano II (1962-1965)– que el Concilio transmitido por los medio poco tenía que ver con el acontecimiento extraordinario que supuso para la vida de la Iglesia Universal el Vaticano II.
Con esto no pretendo escurrir el bulto, sino todo lo contrario: objetivar algunos titulares con los que desde el viernes nos podemos encontrar. Cualquiera que lea el texto íntegro de la entrevista al Papa Francisco podrá comprender perfectamente que lo que dice está en continuidad con sus antecesores en materia doctrinal; pero quizás sea su forma abierta, sincera y humilde de expresarlo lo que a todos nos sorprenda. Con respecto a las mujeres dice que es necerario "trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer. Solo tras haberlo hecho podremos reflexionar mejor sobre su función dentro de la Iglesia". Con esto advierte que no es positivo abandonarse a un reduccionismo machista de la institución, ni entregarse a teorías que llevan latentes en la Iglesia algunos años pero que distan mucho de una verdadera y profunda reflexión y sí más bien de una ideologización.
En esta misma perspectiva, de atender cuestiones abiertas en el diálogo entre la Iglesia y la sociedad actual, ha vuelto a hacer referencia al colectivo homosexual; pero no para anunciar grandes cambios, sino para reiterar lo que tantas veces han manifestado sus antecesores: "Si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quien para juzgarla. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición". Y creo que así lo hacemos muchos sacerdotes, religiosos/as y laicos/as, otra cuestión es que nunca será titular, y casi mejor que sea así.
Sus palabras son para alentar, motivar y estimular el compromiso de cada uno y para poner rostro a las necesidades y sufrimientos del mundo de hoy. Parece que en ocasiones nos intentan mostrar a un Papa Francisco que quiere tomar decisiones pero se siente incapaz porque existe una una oposición de otro signo político que se lo impide... nunca tan lejos de la realidad. La lectura es mucho más sencilla, la clave es que Cristo ha venido a salvarnos y esta gran noticia es para todos, más allá de su condición. Y nuestra meta es dar a conocer la "gran noticia", sin cuestionar la condición de cada persona. De internis neque ecclesia iudicat.
Este es el Espíritu que necesita la Iglesia... pero no nos confundamos, no se trata de un espíritu de cambio, sino uno espíritu de HUMILDAD. La humildad que tantos santos nos han mostrado a lo largo de la historia, la humildad de Benedicto XVI al renunciar a su ministerio, la humildad del Papa Francisco al responder a la pregunta: "¿quién es Jorge Mario Bergoglio?"... "un pecador". La Iglesia no cesa en su empeño de dar a conocer a Cristo, y lo hace en todo el mundo. Sólo desde la humildad puede ser creíble.
Poco tiene que ver esto... con lo que nos intentan vender.
Oscar Valado
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