Prefacio del Domingo I de Cuaresma


La Cuaresma puede ser una buena ocasión para profundizar y orar sobre algunos textos propios de este tiempo litúrgico. Para ello, dos buenos amigos nos hemos dado la mano (Corazón Eucarístico de Jesús y El ciento por uno) para elaborar una serie de entradas para aquellas personas que quieran conocer y orar con los textos de los prefacios de los domingos de Cuaresma. El prefacio del Domingo I de Cuaresma lleva por título "Las tentaciones del Señor" y guarda estrecha relación con el evangelio proclamado: Ciclo A (Mt 4,1-11), Ciclo B (Mc 1,12-15), Ciclo C (Lc 4,1-13).

LAS TENTACIONES DEL SEÑOR

EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.

El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento,
inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal,
y, al rechazar las tentaciones de la antigua serpiente,
nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado;
de este modo, celebrando con sinceridad el Misterio pascual,
podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.


Por eso,
con los ángeles y con la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo...

[Cristo] “El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal”. Siguiendo el modelo de combate que contemplamos en Cristo, la Iglesia durante la Cuaresma practica la penitencia que fortalece el alma. Es un largo camino recorrido con Cristo y como Cristo.

“Y al rechazar las tentaciones de la antigua serpiente nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado”. El pecado tiene una fuerza atroz cuando se despliega, comenzando por simples insinuaciones (tentaciones). Mirando a Cristo no sólo rechazamos las tentaciones con su gracia, sino que aprendemos a amansar la fuerza del mal en nuestro corazón.

“De este modo, celebrando con sinceridad el Misterio pascual”. Vivir con sinceridad implica la entrega al misterio de esta Pascua, morir con Cristo para vivir con Él, ya resucitados. Plantearse la inmersión de todo el corazón en el misterio pascual de Cristo es aprovechar el tiempo de salvación que Él nos da.

“Celebrando con sinceridad el Misterio pascual, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba”. Al vivir de verdad esta Pascua, en este año, muriendo y resucitando, matando algo más a nuestro hombre viejo para que crezca en nosotros el hombre nuevo, esperamos y deseamos vivir la Pascua que no se acaba, la Pascua eterna, el cielo, la glorificación de nuestra carne.

Como recurso también compartimos el vídeo con el audio y la partitura del Prefacio del I domingo de Cuaresma.




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