
Con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española ha elaborado un subsidio litúrgico para las celebraciones de apertura y conclusión del Año de la Misericordia. 
En la introducción de este subsidio podemos encontrar una explicación muy interesante de cada uno de los elementos de este Año Extraordinario de gracia.
- El día
 - El lugar
 - La índole de la Celebración
 - El celebrante
 - El signo específico de la celebración de apertura
 - La statio
 - La procesión
 - La apertura de la Puerta de la Misericordia
 - Memoria del Bautismo
 - La celebración de la Eucaristía
 
1. El día 
El  Santo Padre Francisco en  la  Bula Misericordiae Vultus (=  MV) ha establecido que el Año  Santo se  abrirá el 8 de  diciembre de  2015, solemnidad de  la Inmaculada Concepción de  la Virgen María, con la apertura de la Puerta Santa de  la Basílica de  San  Pedro en  el Vaticano. El  domingo siguiente, III de  Adviento, se abrirá la Puerta Santa en  la Catedral de  Roma, la Basílica de  San  Juan de  Letrán. Sucesivamente se  abrirá la Puerta Santa en  las  otras Basílicas Papales. Además el  Santo Padre ha  establecido que «en  cada Iglesia particular, en  la catedral, que es  la Iglesia Madre para todos  los fieles, o en  la concatedral o en  una iglesia de  significado especial se abra por todo el Año  Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser  abierta también en los santuarios, meta de tantos  peregrinos que en  estos lugares santos con frecuencia son  tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de  la conversión» (MV 3). 
2. El lugar 
La  Eucaristía que inaugura el Jubileo en  las  Iglesias locales con la apertura de  la Puerta de  la Misericordia será única y se celebrará en  la catedral; sin  embargo, si en  la diócesis, en  conformidad con el Código de  Derecho Canónico, hay  una concatedral, ella  también será sede de  la celebración de apertura. 
En   las  otras  iglesias o  santuarios en  las  que el  obispo diocesano ha establecido que se  abra una Puerta de  la  Misericordia tendrá lugar una celebración eucarística, presidida por un  delegado del  obispo, durante la que se recitará una pertinente oración en la puerta principal (cf. nn.  40-45). 
3.   Índole de  la celebración 
Los  elementos que concurren a configurar el rito de  apertura de  la Puerta de la Misericordia indican cuáles deben ser  su  carácter y su  contenido:
– el misterio de Dios, rico en misericordia y compasión (Ef 2, 4 y Sant 5, 11), revelado y realizado en Cristo, rostro de la misericordia del Padre (MV 1) y continuamente hecho operante por el don del Espíritu (Jn 20, 22-23);
– el misterio de Dios, rico en misericordia y compasión (Ef 2, 4 y Sant 5, 11), revelado y realizado en Cristo, rostro de la misericordia del Padre (MV 1) y continuamente hecho operante por el don del Espíritu (Jn 20, 22-23);
– el reconocimiento de  Cristo como única puerta por la que se  accede a la salvación (Cf. Jn 10,  9) y el único camino que conduce al Padre (cf.  Jn 14,  6); 
– el incesante peregrinar de  la Iglesia hacia «Jesucristo [que] es  el mismo  ayer y hoy  y siempre» (Heb 13,  8). 
4. El celebrante 
El obispo diocesano preside toda la celebración: lo exigen, por una par- te, la índole del  día  del  Señor y la tradición eclesial, y por otra, la circunstancia extraordinaria del  Año  Jubilar. 
La Misa del 13 de diciembre de 2015 se configurará como una Misa estacional1, para que los presbíteros, sobre todo los que son sus más estrechos colaboradores en el servicio de la diócesis, concelebren con el obispo; los diáconos, los acólitos y los lectores realizan cada uno el propio ministerio, y los fieles son convocados para que acudan en gran número a la celebración.
La Misa del 13 de diciembre de 2015 se configurará como una Misa estacional1, para que los presbíteros, sobre todo los que son sus más estrechos colaboradores en el servicio de la diócesis, concelebren con el obispo; los diáconos, los acólitos y los lectores realizan cada uno el propio ministerio, y los fieles son convocados para que acudan en gran número a la celebración.
5. El signo específico de  la celebración de  apertura 
En  el ámbito de la celebración eucarística, el signo específico de la inauguración del  Año  Santo extraordinario es  la apertura de  la Puerta  de la Misericordia  y la entrada procesional de la Iglesia local  —obispo, clero, pueblo— en la catedral, Iglesia Madre para todos los fieles, donde el Pastor de  la diócesis lleva  a cabo su magisterio, celebra los divinos misterios, realiza la liturgia de alabanza y de  súplica, guía  a la comunidad eclesial. 
El desarrollo de  la celebración se  articula en  cinco momentos: 
– la statio en  una iglesia o en  otro lugar apropiado; 
– la procesión; 
– la apertura de  la Puerta de la misericordia y la entrada en  la catedral; 
– la memoria el  Bautismo; 
– la celebración de  la Eucaristía. 
6. La  statio 
Para la  statio elíjase, en  lo  posible, una iglesia significativa, suficiente- mente amplia para celebrar allí  los  ritos de  introducción, no  demasiado lejana de  la  catedral ni  demasiado cercana a la  misma, sino situada a una distancia que permita el desarrollo de  un  verdadero camino procesional. 
Momentos constitutivos de  la statio son: el saludo y la monición inicial, la proclamación del  Evangelio y la lectura de  la parte inicial de  la Bula de convocación  Misericordiae Vultus. 
7. La  procesión
El  carácter de  la procesión es  el de  la peregrinación, «signo peculiar en el Año  Santo, porque es imagen del  camino que cada persona realiza en  su existencia» (MV 14). Recuerda el  hecho de  que «también la  misericordia es  una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio» (ibid.).
Para la procesión han sido indicados como particularmente apropiados el salmo 86,  que canta el  sentimiento de  confianza, el  total abandono en Dios y la esperanza de  su  intervención salvífica, y el salmo 25,  himno a la bondad de  Dios en  el  que el  orante confía y encuentra serenidad y paz. Por su  antigua y polivalente función procesional, también el  canto de  las letanías de  los santos es particularmente apropiado para esta circunstancia.
En  la procesión dese gran relevancia al libro de  los  Evangelios: llevado por el diácono, es signo de  Cristo que camina delante de  su pueblo, y de  su Palabra que es  luz  y guía para sus  discípulos.
8. La apertura de la Puerta de la Misericordia y la entrada en la catedral
La  entrada en  la catedral tiene lugar a través de  la puerta principal que, como eminente símbolo cristológico (cf.  Jn 10,  7.  9),  constituye la  Puerta de la Misericordia, constante referencia de  la índole de  este Jubileo extraordinario. Con las  palabras del  salmo 118, el obispo invoca la apertura de  la Puerta, que remite a la puerta del  corazón misericordioso de  Dios, desvelado  en  el costado abierto de  Cristo en  la cruz (cf.  Jn 19,  34).
La  entrada debe ser, por tanto, convenientemente solemnizada:
– decorando la puerta con  ramas frondosas o con  ornamentos propios de la cultura local  y, si es conveniente, con  oportunos símbolos cristológicos;
– valorando la  parada en  el  umbral de  la  puerta: antes de  atravesarla, el obispo se  detiene y con él toda la procesión; la parada implica, además, la apertura de  la puerta y la ostensión solemne del  libro de  los  Evangelios, palabra de  misericordia, primero hacia el exterior, luego hacia el interior de la catedral y el canto de  la antífona «Yo soy  la puerta».
Terminada la parada en el umbral de la puerta, el obispo, llevando el libro de los Evangelios, con los concelebrantes y los ministros se dirige procesionalmente hacia el altar; los fieles se dirigen a los puestos asignados. Entretanto, se canta la antífona de entrada del tercer domingo de Adviento u otro canto apropiado.
9. Memoria del Bautismo, primer sacramento 
Puerta de entrada en la Iglesia-comunidad es el sacramento del Bautismo. El rito de bendición y de aspersión con el agua constituye su memoria viva. El Bautismo, en efecto, es el «primer sacramento de la nueva Alianza. Por él los  hombres, adhiriéndose a Cristo por la fe y recibiendo el espíritu de  hijos adoptivos, se  llaman y son  hijos de  Dios; unidos a Cristo en  una muerte y resurrección como la suya, forman con él un  mismo cuerpo; ungidos con la efusión del  Espíritu, se  convierten en  templo santo de  Dios y miembros de la Iglesia, en “un  linaje elegido, un  sacerdocio real, una nación santa, un  pueblo adquirido por Dios” (1 Pe 2,  9)». 
10. La celebración de la Eucaristía
«La  celebración de  la  Misa, como acción de  Cristo y  del  pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, es  el centro de  toda la vida  cristiana para la Iglesia, universal y local, y para todos los  fieles individualmente, ya  que en  ella  se culmina la acción con que Dios santifica al mundo en  Cristo, y el culto que los  hombres tributan al Padre, adorándole por medio de  Cristo, Hijo de  Dios, en  el Espíritu Santo». Precisamente por esto ella  constituye el vértice de  la celebración de  la apertura del  Jubileo. En  ella  el Padre, en su  misericordia, sale  al encuentro de  todos los que buscan a Dios «con sin- cero corazón», continuamente ofrece a los  hombres su  alianza y nos  hace pregustar la vida  eterna de su reino donde «junto con toda la creación, libre ya del  pecado y de  la muerte, te glorifiquemos». 
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