PREFACIO I DE ADVIENTO
LAS DOS VENIDAS DE CRISTO
33. Este prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el primer domingo de Adviento hasta el día 16 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Levantemos el corazón. R/.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.
EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación eterna,
para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria,
revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos
que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación eterna,
para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria,
revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos
que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
PREFACIO II DE ADVIENTO
LA DOBLE EXPECTACIÓN DE CRISTO
34. Este prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el 17 al 24 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Levantemos el corazón. R/.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.
EN verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
PREFACIO III DE ADVIENTO
CRISTO, SEÑOR Y JUEZ DE LA HISTORIA
35. Este prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el primer domingo de Adviento hasta el día 16 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Levantemos el corazón. R/.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.
EN verdad es justo darte gracias,
es nuestro deber cantar en tu honor
himnos de bendición y de alabanza,
Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo,
Señor y Juez de la historia,
aparecerá revestido de poder y de gloria,
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso
pasará la figura de este mundo
y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria
viene ahora a nuestro encuentro
en cada hombre y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio
de la esperanza dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
es nuestro deber cantar en tu honor
himnos de bendición y de alabanza,
Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo,
Señor y Juez de la historia,
aparecerá revestido de poder y de gloria,
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso
pasará la figura de este mundo
y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria
viene ahora a nuestro encuentro
en cada hombre y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio
de la esperanza dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
PREFACIO IV DE ADVIENTO
MARÍA, NUEVA EVA
36. Este prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el 17 al 24 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Levantemos el corazón. R/.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/.
EN verdad es justo darte gracias,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sion ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
Por eso nosotros,
mientras esperamos la venida de Cristo,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos el himno de tu gloria:
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sion ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
Por eso nosotros,
mientras esperamos la venida de Cristo,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos el himno de tu gloria:
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