Jueves Santo - Misa de la Cena del Señor

El Jueves Santo, con la celebración de la Cena del Señor, da comienzo el Santo Triduo Pascual. En esta celebración se hace memoria de la última cena de Jesús con sus discípulos; un último encuentro antes de su Pasión y que dará sentido a todo lo que está a punto de acontecer: su entrega hasta la muerte, y una muerte de Cruz. Tal día como hoy son tres los elementos que vertebran la liturgia de Jueves Santo: la institución de la Eucaristía; el Sacramento del orden y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna.

La celebración solemne de la Cena del Señor debe comenzar con el sagrario vacío y con un canto de entrada apropiado al misterio que celebramos, donde se ponga de relieve la entrega de Jesús hasta la muerte*. Este día se canta el Gloria y, mientras, se pueden tañer las campanas, que no volverán a sonar hasta la Solemne Vigilia Pascual. Existe una antigua tradición que después del Gloria el organista cerraba la consola del órgano y este no volvía a sonar hasta el Gloria de la Vigilia Pascual.

En la liturgia de la Palabra se nos hará revivir los acontecimientos del cenáculo: la 1ª lectura, del libro del Éxodo, versa sobre las prescripciones para el pueblo de Israel sobre la cena pascual; La antífona del salmo responsorial: "El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo" (cf. 1Cor 10,16) establece un puente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo testamento, ya que aquellas la copa que se bendecía en la cena pascual ahora adquiere un nuevo sentido con el sacrificio de Cristo en la cruz. La 2ª lectura, de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, actualiza la cena pascual evocando el relato de la institución de la Eucaristía. Por último, el evangelio de Juan nos narra el pasaje del lavatorio de los pies a los discípulos. 

Después de la homilía, en consonancia con el texto evangélico proclamado se realiza (aunque no es preceptivo) el lavatorio de los pies mientras se puede cantar una, o varias, de las antífonas que propone el Misal, siendo la primera: Os doy un mandato nuevo. Este gesto simboliza la llamada de Jesús a poner la vida al servicio de los demás. Prosigue la liturgia eucarística, y es el único caso en el que el Misal Romano conserva la antífona de ofertorio: Ubi caritas (Tr.: Donde hay caridad). 

La misa sigue como de costumbre, pero con el conocimiento de que conmemoramos el aniversario de la institución de la Eucaristía: haced esto en conmemoración mía. A continuación de la oración de poscomunión, se inciensa el Santísimo que permanece sobre el altar y, seguidamente, se traslada al lugar de la reserva cantando el Pange lingua (Que la lengua humana); una vez allí se vuelve a incensar mientras se canta el Tamtum ergo (Adorad postrados). El sacerdote se retira en silencio y sin bendecir al pueblo.

Finalizada la procesión al lugar de la reserva el celebrante u otros ministros desnudan el altar. No se trata de una cuestión práctica por el mero hecho de que al día siguiente no se celebrará la Santa Misa, sino que tiene un componente simbólico único ya que el altar representa a Cristo. Por ello antiguamente este gesto se acompañaba recitando la antífona recitada: Dívidunt sibi vestimenta mea, et de veste mea mittunt sortem (Tr.: Se reparten mis vestiduras y mi túnica la echan a suertes) seguida del salmo 21: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado.

La hora santa

En esta noche la Iglesia anima a los fieles a acompañar al Señor en oración. Jesús fue con sus discípulos al huerto de Getsemaní para orar, esperando la hora que viniesen a prenderlo. En ese momento de agonía pronunció estas palabras: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". En este momento trágico sus discípulos se quedaron dormidos... hoy, nosotros, discípulos de Cristo, tenemos la ocasión de acompañar al Señor durante la tradicional Hora santa

* Pincha AQUÍ para conocer el repertorio musical completo para el Jueves Santo




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